No es novedad para nadie que vivimos en tiempos de gran maldad; donde el valor de la vida se ha perdido y la integridad moral se ha desmoronado; donde la inocencia es pisotea- da casi de forma cultural. Ya no se cuida ni protege la inocencia de los niños, no se resguarda la integridad moral de los jóvenes, ni se espera responsabilidad social de los adultos. Se llama a lo malo “bueno”, y a lo bueno “malo”. Vivimos en una era donde el Cristianismo está siendo cada vez más perseguido. De la libertad religiosa y la tolerancia, hemos pasado a un tiempo de abierta persecución y agresión hacia todo aquel que confiesa a Cristo como Señor de su vida. Hoy por hoy, todos los valores cristianos están siendo cuestionados y desechados por una sociedad que solo busca que dejen de decirle que su conducta desagrada a Dios. Ésta es una generación que solo quiere oír lo que va de acuerdo con sus deseos carnales, egoístas y egocéntricos; que vive para complacer toda demanda del “yo” de manera inmediata, que no quiere límites ni restricción alguna. Por eso hoy, la homosexualidad es el derecho de cada individuo a elegir cómo vivir; el aborto es el derecho de la mujer sobre su propio cuerpo; el divorcio es el derecho a buscar la propia felicidad; el amor al dinero es el derecho de la persona a superarse y tener todo lo que quiera; las falsas doctrinas en la Iglesia son el derecho de cada uno a interpretar la Palabra de Dios a su conveniencia. Vivimos en un tiempo donde el lema es “si te hace bien, si se siente bien, hazlo”; no importa si daña a otro, si destruye todo a su paso, si deja una herencia de maldición, lo importante es “sentirse bien”.
La Biblia dice “…que en los postreros días vendrán tiempos peligro- sos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita” (2 Timoteo 3:1- 5). La razón de estos tiempos malos es precisamente la degradación moral de la raza humana, es la corrupción moral y ética, la perversión que ha sufrido el carácter del ser humano; las cuales son irreversibles. Esta expresión “amadores de sí mismos”, en griego es altos (yo) y fileos (amor, beso). Es como besarse de amor a sí mismo. Ahí comienza la depravación de todo el carácter humano, porque éste no fue hecho para amarse egoístamente a sí mismo, ni a hacer de su “yo” un dios o ídolo. Entonces, la raíz de la depravación moral es el amor al “yo”, es ponerse primero, por encima de cualquier necesidad ajena, de la voluntad de Dios y de las leyes de Su Reino. Y de ahí procede que el apóstol Pablo los describa también como “amadores de los deleites”; esto hace a su vez, que tengan una “apariencia de piedad”; es decir que por más que parezcan ser buenos, viven para su propio “yo”.